Brasil, 2014: El último reducto dee los Mashco Piros

EL ÚLTIMO REDUCTO DE LOS MASHCO PIROS

marzo 5, 2014

MASHCO PIROS

FOTO: HEINZ PLENGE PARDO

Internados en la selva fronteriza con Brasil, una numerosa población de indígenas en aislamiento voluntario sufre los embates del narcotráfico, que ha abierto una nueva ruta para la droga. Esta comienza en Ucayali y pasa por Sepahua y Atalaya, hasta llegar a la comunidad de Palestina, en la frontera con Brasil, atravesando el extenso Parque Nacional Alto Purús, lugar que se ha convertido en el último refugio de cientos de indígenas no contactados o en contacto inicial.

ESCRIBE: ALBERTO GONZALES ZAMORA

En la soledad de la noche, “Francisco” escucha, desde su puesto de vigilancia en Tahuamanu, los pasos de al­guien que se acerca. Interna­do en medio de la selva, piensa que es al­gún animal nocturno merodeando en la oscuridad, pero advierte algunas voces. Comprende de inmediato que no son los “mochileros” que pasan por el Par­que Nacional Alto Purús, llevando dro­ga hacia Brasil, sino hombres y mujeres desnudos tratando de forzar la puerta para robar algunos víveres y utensilios. Sin armas y solo, el guardaparques espe­ra unos minutos hasta que los visitantes se marchan pacíficamente, llevándose los víveres sustraídos.

No es la primera vez que ocurre un avistamiento de este tipo. A mediados del año pasado, pobladores de la co­munidad Monte Salvado, en Madre de Dios, divisaron a un numeroso grupo de indígenas aislados en la margen opuesta del río Las Piedras. Testigos de la zona aseguraron que un grupo de más de 100 nativos, entre hombres, mujeres y niños desnudos, intenta­ron cruzar el río, pero fueron disua­didos por un agente de protección de la Reserva Madre de Dios, con quien entablaron un breve diálogo. Los in­dígenas le solicitaron plátano dulce y utensilios, como ollas y machetes.

Pocos días después, un video propalado por la Federación Nativa del Río de Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD), y que dio la vuelta al mundo, confirmaba la versión de los comuneros y echaba por tierra las versiones gobiernistas y empresariales que negaban la existencia de estos pueblos para favorecer las concesiones de gas y petróleo en la Amazonía. Las imágenes, difundidas por diversos medios de la capital, mostraban con claridad la presencia de unos 15 hombres de mediana edad con los rostros pintados y flechas en las manos. No eran “perros del hortelano”, ni “ciudadanos de segunda categoría”, sino hombres con sus mujeres y niños, todos pertenecientes al pueblo mashco piro, uno de los tantos pueblos de indígenas que optaron por aislarse en lo profundo del bosque.

¿QUIÉNES SON LOS MASHCO PIROS?

“El mashco piro es uno de los tantos pueblos indígenas que ocupan el Parque Nacional Alto Purús, quienes huyeron de la violenta explotación del caucho que tuvo lugar entre 1890 y 1910”, refie­re la antropóloga experta en pueblos en aislamiento Beatriz Huertas.

La especialista asegura que durante los meses de junio y julio “ellos bajan a las playas de los ríos para buscar huevos de tortuga, recolectar frutos o cazar mo­nos”. El dato proporcionado por Huertas coincide con el testimonio del misione­ro dominico José Álvarez, quien medio siglo atrás había descrito uno de los pri­meros encuentros con los mashco piros, con caucheros liderados por Fitzcarrald, a quien los indígenas le habían pedido no seguir adelante en su viaje al Manu, “porque les espantaría la caza del mono y les traería el contagio del catarro”.

Como sucedió en el siglo pasado, Huertas cree que las actividades exter­nas como la tala y el narcotráfico están afectando negativamente las vidas de estos pueblos, que dependen del bos­que y los ríos para vivir. El aumento de estas actividades ilegales sería la razón de los continuos avistamientos, que se habrían incrementado debido a la pre­sencia de narcotraficantes y madereros.

Un morador de la comunidad fron­teriza de Puerto Esperanza asegura que se han producido agresiones por parte de mashco piros, que en algunas opor­tunidades han quemado casas, puestos de control y se han llevado utensilios de la comunidad. Amancio Flores Lomas, líder de la comunidad de Puerto Espe­ranza, relata que el año pasado un vi­gilante del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP) avis­tó a un grupo de nativos aislados en el límite de la Reserva Mashco Piro.

“En esta época del año es difícil el avistamiento de estos grupos, debi­do a las lluvias”, explica el poblador, quien sostiene que los nativos bajan de las cabeceras de los ríos para pescar y recolectar frutos, llegando hasta la cuenca del río Sepahua, lugar domina­do actualmente por el narcotráfico, en donde periódicamente pasan embar­caciones y “mochileros” transportan­do droga hacia Brasil. El reporte del guardaparques “Francisco” fue notifi­cado a SERNANP, institución que se ha visto preocupada por la seguridad de sus guardaparques en esta zona.

Arsenio Calle, jefe del Parque Na­cional de Alto Purús, refiere que, des­de el 2011, los mismos sucesos se vie­nen reportando en otros puestos del parque, en donde los vigilantes ven pasar a grupos de individuos, algunos de ellos armados.

LA NUEVA RUTA DE LA DROGA

El cruce que une los ríos Sepahua y Purús, donde la extensión de tierra que los separa se acorta, habría sido tomado por los narcotraficantes para pasar la droga, según la versión de va­rios testigos de la zona.

“Por ahí ingresan los narcos que vienen desde Ucayali. Ellos dicen que los indígenas han tomado el cruce, pero es fácil reconocer a los mashco piros. Los narcotraficantes se camu­flan como indígenas para poder en­trar. Pasan de noche, en bote, por el río Purús”, comenta Flores.

La ruta de la droga serpentea des­de el río Ucayali y pasa al Sepahua. A través de trochas indígenas llega al río Purús, atravesando una provincia del mismo nombre que goza de 4 áreas protegidas, entre las que se encuentra la Reserva Mashco Piro.

Según la especialista Beatriz Huer­tas, los nativos de esta reserva se tras­ladan de río en río en busca de huevos de tortuga taricaya, desplazamiento que los hace visibles en las temporadas de verano y más propensos al contacto con los narcotraficantes.

“El Estado tiene que asumir su res­ponsabilidad reforzando los puestos de vigilancia y manejando planes de prevención y contingencia para evitar los riesgos del contacto, entre ellos, enfrentamientos con las comunida­des aledañas y otros agentes externos”, manifiesta la especialista, quien no descarta la posibilidad de un contacto violento con los narcotraficantes.

Otro problema no menos impor­tante es la inexistencia de campañas de salud en poblados colindantes para evitar enfermedades que, even­tualmente, se podrían transmitir a los indígenas. “¿Qué les pasaría si se acercaran a alguien que tiene gripe o viceversa?”, señala Huertas, aludiendo a los cientos de indígenas aislados que han muerto tras el contacto con tra­bajadores de la industria del caucho a principios del siglo pasado.

CINCO RESERVAS TERRITORIALES

Según la legislación existente, el Perú cuenta con cinco reservas territoriales para proteger a pueblos en aislamiento voluntario. Si bien la Ley de Protec­ción de los Pueblos en Aislamiento, aprobada en el año 2006, reconoce su existencia, así como su estado de vulnerabilidad y las amenazas que los aquejan, esta no garantiza medidas reales y concretas para proteger su de­recho a la vida, autodeterminación y la intangibilidad de sus territorios.

Por otro lado, diversos especialistas coinciden en señalar que el Estado ac­túa de manera ilógica al crear reservas para después otorgar concesiones mine­ras y petroleras en esos mismos territo­rios, con lo que produce una situación de desprotección de los pueblos que las habitan. Basta con echar un vistazo a la Ley de Protección de los Pueblos en Ais­lamiento, que por un lado les reconoce ciertos derechos y, por el otro, oficializa la ejecución de actividades hidrocarbu­ríferas en sus territorios. Por ejemplo, en la Reserva Territorial Isconahua no solo hay concesiones mineras, sino que, ade­más, se está ejecutando el proyecto de interconexión vial Brasil-Pucallpa.

GAS CON SANGRE

Mediante un pronunciamiento emiti­do el 9 de agosto del año pasado, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, el Pacto de Unidad de Organizaciones Indígenas exigió al Gobierno dejar sin efecto “cualquier ampliación del Programa de Explora­ción y Desarrollo en el Lote 88 o am­pliación del proyecto Camisea”.

En dicho comunicado se advierte que, si el Gobierno persiste en su in­tención, acudirán a las instancias in­ternacionales, “ya que el Estado tiene la obligación de cumplir con las Di­rectrices de Protección para Pueblos Aislados y en Contacto Inicial de las Naciones Unidas”.

Por su parte, la FENAMAD acu­só al Gobierno de no cumplir con su función de proteger a los aislados. “Todo lo contrario, han despedido al viceministro de Interculturalidad por opinar a favor de la reserva territorial Nahua-Nanti, y está permitiendo que los agentes extractivistas arrinconen a los aislados”, comentó Klaus Quicque, dirigente de FENAMAD.

Al ser consultada sobre el impac­to que tendría la ampliación de ope­raciones del lote 88 en los pueblos en aislamiento y contacto inicial, Beatriz Huertas es tajante. Asegura que este proyecto afectará por lo menos a cin­co pueblos en aislamiento y contacto inicial, entre los cuales se cuenta a los kirineris, los matsigenkas, los nahuas, los nantis y pueblos vecinos como los mashco piros. Los impactos se pueden traducir en contagio de enfermedades y muertes, reducción drástica de los ani­males del monte que son fuente de ali­mento para dichos pueblos y, además, contaminación de ríos y quebradas.

“El lote 88 se superpone a gran parte de la reserva territorial Kuga­pakori-Nahua Nanti, creada en los años 90, tras la muerte de 300 indí­genas nahuas, debido al contacto con agentes externos en el contexto de la explotación petrolera, la tala y los in­tentos de contacto por parte de los misioneros. La tragedia del pueblo nahua, que estuvo al borde de la ex­tinción, escandalizó a la comunidad internacional y derivó en la creación de la Reserva”, recuerda.

OTRA PÁGINA NEGRA

Ante estas indefiniciones, cabe pregun­tarnos: ¿cuál es el futuro de los indígenas en aislamiento? La vulnerabilidad en que se encuentran estos grupos, que ahora padecen también los embates del narco­tráfico, los hace candidatos a sufrir una agresión más que pasaría a integrar el amplio historial de contactos violentos, como los ocurridos con los yora y los na­hua. Estos habitantes temidos del Manu rechazaron a los invasores madereros, petroleros y misioneros hasta 1985, fe­cha en que, a raíz del contacto con estos agentes externos, murió más de la mitad de su población, alrededor de 300 indí­genas. Este hecho provocó la indigna­ción de la comunidad internacional.

Fuente: http://www.revistavelaverde.pe/el-ultimo-reducto-de-los-mashco-piros/